miércoles, 28 de marzo de 2012

Diagonal Norte de mañana o de la supresión voluntaria de la cópula

La señora tiene (por suerte) sus anteojos pendiendo de una especie de collar, un hombre gordo con una gorra la empuja, ella pone cara de traste, pero se ve en el fondo de sus ojos un poco satisfacción, un íntimo placer. Cuando el hombre de traje le empuja en sentido contrario ella deja salir un “ay-ay” que sacado de contexto es digno de la más siome película porno nacional.

Julián, así reza el buzo que porta, acaba de terminar un ineficiente primario y se está planteando con seriedad dejar todo para ser un rutilante lateral derecho de Ferro, pero no aprende aún a superar la marca de la gorda que lo empuja hacia el vidrio de la puerta que aún no abrió y mucho menos puede desprenderse de la marca del vendedor-de-lo-que-sea que lo empuja en sentido contrario, sin embargo, al salir del enrriedo sus ojos manifiestan un placer y una liviandad dignas de las postrimerías del mejor orgasmo de su vida.

La modernidad terminará por hacer más y más subtes a los fines de controlar la natalidad. Los hombres y mujeres de la tierra terminarán por regar de fluidos cada estación y entrar a sus trabajos con esa hermosa sonrisa de oreja a oreja que uno tiene cuando la hizo.

Eso aún está en pleno desarrollo, esperemos que los superreptiles no lo consigan, uno siempre es más sentimentaloide y prefiere seguir la vieja tradición del palito y la rayita.




(ACLARACIÓN IMPORTANTE: Aunque quisiera, NO soy el autor del texto. Este llegó a mi casilla de manera anónima por obra y gracia de un autor anónimo. Puto el que lee esto.)

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